viernes, 5 de junio de 2015

LA MAGIA DE FACUNDO CABRAL (Pla Ventura 8)

LA MAGIA DE FACUNDO CABRAL (Pla Ventura 8)
LAS CONFESIONES DE FACUNDO CABRAL,
 el 30 de abril de 2006, en Ibi, Alicante.

—Por cierto, según usted, ¿en qué se diferencia la fama del éxito?

Ante todo, el éxito, es la consecuencia de un trabajo realizado con amor. No es casual el éxito de Juan Gabriel, ni el del Chente Fernández, por citarte algunos hombres que viven junto al éxito. Detrás de cada éxito, sin lugar a dudas, hay un trabajo fantástico. La fama puede ser una estupidez. Todos conocemos a infinidad de famosos que, tres minutos más tarde, pasada la euforia, nadie les conoce y, lo que es peor, ninguna huella han dejado.

—Decía usted aquello de, “Si amas al dinero, a lo sumo llegarás a un banco, pero si amas a la vida, con toda seguridad, llegarás a Dios.” ¿Qué pasa con el dinero, maestro?

Pasa que, no todos estamos preparados para “digerir” ingentes cantidades de dinero. ¿Qué le pasó a Maradona? No estaba preparado para ese nivel y, se desmoronó. Diego venía de un lugar más que humilde, y la fama y el dinero, le perjudicaron más que le ayudaron, aunque parezca algo paradójico.

Posiblemente, Bill Gates, si esté preparado para tener la fortuna que tiene, y por eso le llegó.Yo no estoy preparado para esas alturas. De cualquier manera, como yo necesito menos dinero que Julio Iglesias para vivir, sólo por eso, Dios me hizo más libre puesto que hacer cada día lo que amo, eso no tiene precio.

—En realidad, como usted se explica, es uno de los pocos mortales que se lleva el gran lujo de ser el dueño de su vida, tesoro inmaculado reservado para muy pocas personas en el mundo. ¿Cómo logró semejante riqueza?

Si la libertad es el primer sinónimo de la riqueza, en realidad, soy uno de los seres más ricos del mundo. Hacer en cada momento lo que mi corazón me pide es algo fantástico. No tengo horarios; no estoy sujeto a nada; no me debo a nadie.

Posiblemente, como nunca me sometí a las disciplinas del mundo, porque sencillamente no quise acumular nada, en realidad, mi premio ha sido el mayor: LA LIBERTAD. Recuerdo que en cierta ocasión, el señor Rockefeller me quería invitar a almorzar y, el hombre, con todo el respeto del mundo, se atrevió a preguntarme en torno a mi agenda, por aquello de buscar una fecha y una hora para encontrarnos y quedó aterrado cuando le dije que, la agenda, la tenía que mirar él puesto que yo tenía todo el tiempo del mundo, por tanto, quedaba a su disposición.

—Dicen maestro, que usted es un hombre de grandes creatividades, portador de un ingenio singular puesto que, sus “personajes” todos los que aparecen en sus conciertos, por momentos, tenemos la sensación de que son auténticamente reales. ¿Es todo producto de su fantasía creativa o, en realidad, tiene algo que ver con su vida?

Mi vida, la que ha vivido con tanta intensidad, me ha permitido no tener que inventar nada; todo lo que cuento es producto de las sensaciones y vivencias que la vida me ha otorgado; unas veces para bien y otras para mal, pero siempre como grandes lecciones que, pasados los años, todo me ha servido para enseñarle al mundo, a modo de chanzas, la singladura de mi vida. Fíjate que, pese a todo, he tenido la fortuna de ni siquiera no tener que inventar nada; mis vivencias han llenado todos los espacios de mi existencia y con solo ordenarlas y darle forma; ahí nació esa forma apasionada con la que vivo y trato de contársela al mundo.

—En su grandeza, señor Cabral, hasta ha conseguido vivir sin enemigos. ¿Es esa su mayor felicidad?

Me quedaba uno que era mi padre y, cuando cumplí 46 años, le conocí, le perdoné y, desde aquel instante, sentí que había cambiado el curso de mi vida. Es maravilloso vivir sin enemigos, te lo digo desde el fondo de mi corazón.

—¿Cómo son sus amigos, pobres o ricos?

Yo tengo amigos en todas las esferas de la sociedad y, jamás a nadie se me ocurrió preguntarle su condición respecto al poder económico; son mis amigos y como tales, les quiero. Pero es cierto que, en esta complejidad que para algunos resulta la vida, algunos de mis amigos, siendo pobres, se creen ricos; y seguro que lo son por su bendita forma de ser; en otros, ocurre todo lo contrario. Nunca me preocupó nada de esto puesto que, yo quiero a la gente por lo que es, nunca por lo que tiene.

Es verdad que, no hay que ser inevitablemente pobre o rico para ser feliz; no importa nada de eso. Si el dinero se gana con honradez y con alegría, bendito sea; si se tiene menos dinero, seguramente, la vida te compensa con otras alegrías. (Continúa)

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