domingo, 8 de abril de 2018

EL LIBRO DE JUAN FRANCISCO (Parte 6) Facundo Cabral. Transcripción Juana Macedo

Dionisio al que los romanos llamaban Vaco era el Dios del vino de la fluidez, del vuelo de las ideas, un Dios que podía llevar a la locura a cualquiera con una copa de vino o un éxtasis religioso, éxtasis es un gran placer del alma, el alma transportada por ángeles fuera del cuerpo. 

Dionisio era el provocador de las emociones fuertes y Apolo la expresión estética que es la que despierta la belleza en nosotros. El Dios Apolo que se iba de Delfot tres meses por año, lo que aprovechaba Dionisio para desordenarlo todo porque Dionisio era el caos social, lo contrario de Apolo que era el orden cívico, por eso su lema era “Nunca demasiado”.

Y al final de la vida los griegos iban al mundo subterráneo donde no había conciencia de nada, ni nadie iba al cielo y allí el alma se liberaba del esqueleto que como una nube de humo volaba hacia los infiernos que los griegos llamaban Hades donde lo esperaba Cerbero el perro de tres cabezas que solo lo dejaba entrar si estaba totalmente muerto, de lo contrario lo devoraba y una vez adentro el muerto subía a un bote dirigido por Caronte, pero el interminable viaje por ese tétrico río no era gratis, por eso los amigos del muerto le ponían una moneda en la boca y en ese mundo subterráneo los espíritus humanos sufrían pesadillas, si las almas violentas se iban a otro nivel llamado Tártaro donde eran tratados con violencia, contaba Homero, que bajo a ese mundo muchas veces para tener más historias que contar, como contó la Iliada y la Odisea de plaza en plaza, como a Eurípides, Sófocles y Aristófanes las contaban en el anfiteatro donde el pueblo era representado por un coro, donde crearon y recrearon mitos que inspiraron a muchos, principalmente a Froy el que descubrió que llevamos un inquilino dentro nuestro, al que llamó inconsciente, que nos mete en problemas pero que también nos dicta las canciones y los poemas. Froy del que Silvia te puede hablar porque lo conoce más que yo...  (Seguir leyendo 7)

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